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El verano ha empezado. Y qué distinto. Con este llega la normalidad, o más bien la «nueva normalidad».

Para cada uno tendrá un sabor diferente, un impacto concreto según lo que hayamos vivido todo este tiempo de confinamiento. Por eso quiero que lo miremos juntos, que le encontremos a este nuevo verano una normalidad acorde y feliz.

Deshagámonos de la frustración y de las expectativas y amemos lo que tenemos, que es mucho: tenemos vida. Una vida preciosa por delante. Clic para tuitear

Tenemos camino. Tenemos tiempo. Amémoslo. Amemos esas pequeñas cosas que huelen, saben y sientan a verano.

En verano todo está más despejado. Los armarios se vacían, la vida gana soltura. La rutina se despereza y da gusto respirar profundo y llenar los pulmones. Como despertarse con una luz suave, pegarse a las sábanas y no querer soltar su frescor mañanero.

La luz de la tarde, leer bajo la ventana.

Las persianas a medio bajar para evitar que el fuego se cuele en casa. Me gusta la penumbra que se crea por esa luz cegadora luchando por abrirse paso a través de las pequeñas rendijas que le dejamos.

Me gusta cómo sientan los paseos cuando el calor ya no aprieta pero todavía hay luz. Los días largos y las noches aún más largas.

O dormir con las ventanas abiertas y notar la brisa fresca de la noche colándose por todos los rincones. Me gusta poner la jarra en la nevera, tomar gazpacho fresquito y zamparme rápido el helado porque se deshace enseguida.

Y el olor a sal de mar.

Y luego hay cosas que no podremos hacer este verano. Cientos de sensaciones, vivencias, emociones que viviremos de forma distinta, más prudente, con menos frecuencia o menos alborotadas.

Será un verano distinto, un verano nuevo y anormal. Un verano en tiempos de confinamiento. Pero se trata de buscarle lo bueno al presente que se nos regala cada día.

Se trata de amar la normalidad que empezamos, la ‘nueva normalidad’.

Y a vosotros, ¿qué es lo que más os gusta del verano?

Fdo: María Ros