La vida es como el armario de la ropa. ¿En el vuestro hay orden? En cuanto los nubarrones del estrés y del agobio acechan, todo se vuelve caótico a nuestro alrededor. Por eso os traigo 7 ideas para organizar nuestra vida.
1. Ordenar el armario y la cabeza.
Nuestro caos interno queda plasmado en cómo tenemos la casa: El desorden del armario, la ropa tirada por el suelo o la cantidad de pelusas que nos saludan cuando entramos en una habitación son claros indicadores de cómo estamos.
A mí me pasa que, a mayor nivel de estrés, mayor es la obsesión por dejarlo todo organizado. Mi marido ya sabe que en cuanto me pongo a ordenar cajas, a doblar la ropa ‘de esa manera que queda mejor’ o a reorganizar la casa, algo me agobia. Es matemático.
Necesito orden externo para tener orden interno. Clic para tuitear2. Tirar lo que sobra.
Hay que quitarse de encima lo accesorio. Si la mochila pesa demasiado, caemos. ¿De verdad necesitamos 8 jerséis distintos? ¿Y cuántos pares de zapatos? Lo mismo con la vida, ¿esta relación es tóxica? Fuera. ¿Estoy con alguien porque me aburro? Fuera. ¿Me asusta dejar el trabajo porque no me atrevo a abrir mi negocio? Fuera el miedo que nos bloquea.
3. Acumular es nuestro peor enemigo.
Si entra algo nuevo, sale algo viejo. Esa es la norma. ¿Para qué almacenar cinturones, chaquetas, relaciones, preocupaciones, juicios? Al final nos hacemos daño. La mochila pesa tanto que su roce nos quema la piel y nos dificulta avanzar.
4. Renovar.
¡No tengamos miedo a cambiar de imagen! Es bueno reinventarse y modificar el estilo de las cosas, de lo preestablecido.
Si no probamos cosas nuevas, si no nos arriesgamos de vez en cuando, acabaremos con las mismas pintas que en la edad de piedra, es decir, enclaustrados en el mismo trabajo 30 años o viendo pasar nuestros sueños por delante sin alcanzarlos.
5. Limpiar.
Un espacio limpio es un espacio seguro, donde podemos desmelenarnos, ser nosotros mismos. Si nos rodea la anarquía más absoluta, perdemos el control sobre nuestra propia seguridad. Necesitamos una alfombra acolchadita sobre la que llorar y desahogarnos, un suelo limpio que haga las veces de tierra firme donde desplomarnos e incluso un buen perchero como bastón para levantarnos otra vez.
6. Distribuir.
Cada cosa tiene su lugar. Los trapos sucios se lavan en casa, dicen, y las alegrías se expanden por el mundo, como cuando estrenas vestido y desprendes buen rollo ahí por dónde pasas. Clic para tuitearPara eso son necesarios los mágicos separadores, cajones y estanterías. Los sentimientos de verano, por un lado, las intimidades a buen recaudo, la ropa de abrigo y las chaquetas a mano por si hay que guarecerse de un ataque directo al corazón. Y las deportivas delante de todo en el zapatero para pisar firme el camino que hemos trazado.
7. Mantener el orden.
Es relativamente fácil hacer zafarrancho un día en casa y dejarla inmaculada, pero eso no basta. La gracia es que se convierta en un hábito y que al final salga solo. Hay que cuidar la ropa y tratarla con mimo, como las relaciones. También es bueno quitarnos de encima las pelusas, decir a la cara lo que nos molesta y restaurar el orden. Y al entrar en casa, dejar las cosas en su sitio, que para algo lo tienen. De lo contrario confundimos los sentimientos, malinterpretamos los gestos y ¡ya está liada, pollito!
Una vez convertimos el orden en algo rutinario, empezamos a crecer por dentro. Porque hemos aprendido cómo vivir, cómo crecer, como ser.
Gracias al orden, el caos ya no nos domina y lo vemos todo claro. Porque sabemos dónde están las cosas: los sentimientos tienen su lugar, las ideas desfilan con calma por la mente y estamos preparados para afrontar los impulsos.
Poner orden en nuestra vida es bueno, el corazón aprende cuál es su sitio, la cabeza entiende cuándo le toca intervenir y las tripas suenan si necesitamos un empujón.
Fdo: María Ros